LAS HUELLAS DEL CAMINO




Ayer fue uno de esos días en los que la herida de la infertilidad fue removida, uno de esos días en el que las maravillosas circunstancias del nacimiento de un niñ@, la llegada a la vida de un hijo de unos papas que son importantes para mí, me llevan a visitar ese “lugar” (planta de recién nacidos) que para mí como mujer infértil, se convierte en lugar doloroso, lleno de símbolos de pérdida, lleno de rituales no vividos, lleno de sensaciones y sentimientos no experimentados… para mí es un espacio físico capaz de enturbiar momentáneamente mi estado emocional, un espacio donde se desarrollan acontecimientos capaces de provocar mis sentimientos de pérdida, es un lugar colmado de recuerdos que avivan por un momento mi duelo por la maternidad biológica.
Hace tiempo que Alex y yo decidimos no visitar este lugar por el dolor que nos causaba, preferíamos visitar los hijos de nuestros Papas queridos fuera de ese lugar, en su casa el dolor parecía más amortiguado. Poníamos la excusa de no ir para no molestar el merecido descanso de las nuevas mamas, sin embargo el motivo real era “no molestar” ni despertar a nuestros “monstruos” internos. A lo largo de todo estos años, ha habido muchos momentos como el de ayer, en los que era inevitable no acudir y sabíamos que a pesar y por encima de nosotros mismos, ¡teníamos que estar allí! participando del momento de felicidad de los que queremos. Compartir la felicidad desde un sentimiento de alegría es fácil, pero compartir la felicidad desde un sentimiento de dolor, eso ya es otra cosa, se llega a conseguir (creo que con el tiempo Alex y yo lo hemos logrado) pero eso cuesta, cuesta y mucho y sino “intentad sonreir cuando estéis tristes ¿es fácil?”. Paradojas de la vida un momento de felicidad en la vida de uno implica un recuerdo doloroso de la mía.
A pesar de la revolución emocional que sentí ayer con la visita al “lugar prohibido”, me di cuenta de que esta vez no era como las otras veces que lo visitaba, esta vez era distinto, el dolor que sentía no tenía nada que ver con la añoranza del deseado hijo, nada que ver. Creo que la diferencia se debe a que siento que ya tengo (o tendré) un hijo y aunque no existe en mi barriga, sí existe en mi pensamiento… él está ahí ahora y antes no.
Pienso que como mujer lo que sentí era fruto de la pérdida de sensaciones y sentimientos ligados a la maternidad biólogica. Como mujer infértil, eventos como los de ayer “hurgan” sin permiso en tu herida, recordándote a cada paso, lo que te has perdido y lo que nunca experimentarás, el embarazo, el parto, el amamantar…nunca sentirás esos primeros instantes tan especiales…nunca, nunca…Puede que lo idealice, no me importa que sea así, yo siento que me he perdido algo tan importante y tan ligado a nuestra naturaleza de mujer, que creo que siempre lo sentiré, ese vacío de vida nunca será llenado, esa pieza del puzzle falta.
Admitir mis sentimientos de pérdida, no hace que no mire hacia adelante y que no disfrute de mi camino adoptivo y de mi “otra” maternidad. Muchas veces pienso lo afortunados que somos y seremos al disfrutar de experiencias que la mayoría de personas no tendrán jamás en su vida, por ejemplo, la mayoría viven un parto, pero pocos experimentan las emociones del “encuentro” con su hij@ . A día de hoy y a pesar de mis sentimientos de pérdida, no renunciaría nunca a mi hij@ adoptiv@ por una experiencia de maternidad biológica. Mi hij@ existe ya tan dentro de mí, que la frase “hijo de mis entrañas” se me queda corta, para reflejar lo que siento por mi futuro niñ@.

Vuelvo a decirte que vengas pronto, tu ausencia empieza a hacer “mella” en tus papas.

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